Egipto, con sus templos, sus monumentos y el recorrido del Nilo, refleja con fidelidad el propio cuerpo sutil del Ser Humano. El conocimiento esotérico y hermético, se nos muestra en el recorrido del Nilo, como en la «Tabla Esmeralda» de Hermes Trismegisto, donde «Lo que está abajo es como lo que está arriba y lo que está arriba es como lo que está abajo, para hacer el milagro de una Única Cosa».
Bastaría observar con atención el sinuoso recorrido del sagrado río, para darnos cuenta de que el Nilo, está representando a la columna vertebral del Ser Humano, y que cada uno de los principales lugares de poder que encontramos en su recorrido, se corresponderían exactamente con los siete principales chakras o puntos energéticos del Hombre, dándonos la opción de activar, equilibrar o desbloquear el chakra correspondiente en cada uno de dichos lugares mágicos o de poder.
Desde la presa de Aswan, en el alto Egipto, hasta el delta y la desembocadura del río en Alejandría, el Nilo va llevando la vida a las tierras y a las gentes, así como se abre paso a través del desierto, llevando su suave brisa a las milenarias tumbas de los faraones y de las divinas efigies, recordándoles que siguen allí, que la muerte no existe y que el tiempo es solo una ilusoria realidad.
Yo sentía que los diferentes lugares visitados tenían algún tipo de conexión, había algo en aquellos lugares que además de sus atributos culturales e históricos me habían «marcado». Yo estaba convencido de que el itinerario recorrido no podía ser casual, como nada de lo ocurrido hasta entonces lo fue. Pero pese a estar seguro de ello, no acababa de saber a qué se debía. Así que esta inquietud se quedó alojada en mi subconsciente hasta que llegase el día en que obtuviese la respuesta.
Ahora, al observar el mapa de Egipto, con el recorrido efectuado, podremos comprobar cómo el propio Nilo se encarga de representar la columna vertebral del Hombre y cómo cada lugar visitado se correspondería con un centro energético, un lugar de poder donde la energía vital, la fuerza universal, se iba encargando de desbloquear aquellos chakras que estuviesen cerrados o bloqueados y equilibrarlos adecuadamente, posibilitando la apertura del ser interior, del estado alterado de conciencia que permitiría percibir sutilmente lo que los ojos físicos son incapaces de ver.
Al observar este recorrido e ir repasando mentalmente todo lo ocurrido en cada lugar, me iba dando cuenta de cómo la «energía vital» había estado actuando en mí, sutilmente, pero sin que por ello haya dejado de hacerlo.
De igual forma que en el ser humano tenemos la columna vertebral que soporta todo el cuerpo físico, en Egipto la columna vertebral es el Nilo, sin el que la vida no sería posible.
El Nilo soporta todo el peso del cuerpo físico del país, es la fuente de vida y contiene todos los centros energéticos que, al igual que ocurre con el cuerpo sutil y el aura del ser humano, posibilita un correcto equilibrio tanto del cuerpo físico (el país del Nilo), como del cuerpo sutil o aúrico: El Egipto Esotérico, el cual nos legaron los antiguos sacerdotes egipcios, los Shemsu Hor y, antes de estos, sus dioses: Osiris, Isis, Horus y sus correspondientes transmutaciones.
Estos puntos energéticos o centros de poder, identificados con los 7 principales chakras del ser humano, los podemos encontrar en los siguientes lugares :
1er Chakra – Abul Simbel, en los templos de Ramsés II, para lo masculino y el templo de Nefertari para lo femenino.
2º Chakra – El Templo de Isis en la isla de Philae.
3er Chakra – El Templo de la Reina Hatshepsut en Deir el Bahari.
4º Chakra – El Templo de Karnac, casa del Padre (capilla de Ptah).
5º Chakra – El Oasis de Al Fayum y el Lago Moréis.
6º Chakra – La Esfinge.
7º Chakra – Las pirámides de Gizeh, Kheops, Khefren y Micerino.
Ahora entiendo muchas de aquellas situaciones extrañas que entonces no era capaz de descifrar, el porqué se habían producido en aquellos lugares tan especiales y porqué había experimentado todos esos hechos de tipo extrasensorial.
Ahora sé que Egipto y en concreto la columna vertebral que es el Nilo, junto con sus monumentos y lugares o centros energéticos, es el mayor camino iniciático que haya existido jamás.
Resultaba asombroso comprobar como, a pesar del tiempo transcurrido, era posible percibir y experimentar las mismas sensaciones que miles de años atrás, habían sentido otros hombres, algunos de los cuales sentía muy cercanos. Como la tecnología «imposible» del Antiguo Egipto, desvelaba sus enigmáticos secretos de forma diáfana y sencilla.
Las constantes informaciones, que los «antiguos», habían ido dejando a cada paso del recorrido, las formulas «mágicas», incomprensibles para nuestra ciencia moderna, o el desmedido culto a la muerte, no podían pasar desapercibidas para nadie que mostrase una cierta sensibilidad.
Las facultades de tipo extra-sensorial, resultaban algo común y aceptado. Lo extraño era no sentir la magia del lugar. Así, no era de extrañar que lo insólito resultase familiar.
Ante tales experiencias y sensaciones, no me resultó tan incoherente aceptar la posibilidad de que efectivamente, pudiese contactar con otra entidad o ser, existente en otro plano adimensional. Una situación muy comprometida y compleja de aceptar para una mente racional como la mía, pero que el desarrollo de las actuaciones posteriores se iba a encargar de confirmar.
De esta manera fue como supe que la cultura del Antiguo Egipto en realidad no era más que las reminiscencias de una cultura muy superior a la que actualmente conocemos, se trataba nada más y nada menos, que de la mítica civilización atlante.
Recuerdo como una de las experiencias que más me sobrecogió al respecto, la obtuve tras penetrar en la «Cámara Sagrada de la Esfinge», donde además de la diversidad de información obtenida y de la cual pude participar activamente, experimenté la sensación de realizar un fantástico viaje a través del tiempo, llegando a visualizar el mítico continente de la Atlántida, antes de su holocausto y hundimiento.
Pero al margen de todo, estas situaciones o estados alterados de consciencia, iban a provocar en mí un despertar, un abrir mi Alma al Universo, y en definitiva, una aceptación de mi condición espiritual.
Conforme iba avanzando en dicha aceptación, el viaje geográfico, se iba transformando en un viaje iniciático, donde la cada vez mayor aportación espiritual en los sentimientos percibidos, me facilitaban una total comprensión de los hechos y situaciones ya experimentadas, tanto en otras existencias anteriores, como en la actual.
Empezaba a ser consciente de que en realidad, este viaje no solo lo estaba realizando a través de todas las fantásticas situaciones que estaba experimentado en Egipto, sino que se trataba del viaje más importante que había emprendido hasta entonces: un viaje a mi interior.
Fue así como, a través de las experiencias de tipo extra-sensorial, de las informaciones recibidas, de los sentimientos difícilmente explicables o de las facultades desarrolladas, llegué a sentir a Dios. Un Dios que siempre había estado dentro de mí, pero que solo supe descubrir cuando inicié este viaje a otro mundo, a un mundo donde el tiempo no tiene validez, donde la historia no la escriben los vencedores y donde la Verdad es un conjunto de miles de millones de trozos de verdades.
Hablé con Dios, con mi Dios, lo sentí, supe lo que era Amor, mi Alma ya nunca más se sintió sola y sentí que debía compartir esta maravillosa experiencia con todo aquél que como yo, alguna vez anduvo perdido en busca de si mismo.
Esto es para mí, en síntesis, mi manuscrito » El manuscrito de Adán».
Fuente: El Manuscrito de Adán
Autor: José Luis Giménez