El Dios de la Horca. El primero entre los lobos. El Señor de Asgard. Odín Padre de todos tenía dos cuervos. Cada noche los enviaba a volar libres y cada mañana ambos volvían y le susurraban al oído todo cuanto acontecía en el mundo mortal y en el vasto Universo. Sus nombres eres Hunin y Munin. Imaginación y Memoria.
Cuanta razón tenían mis queridos Bárbaros. No en su explicación mítica del mundo y su origen, sino en su inteligente reflexión de que todo lo que somos las personas es una suma de nuestra imaginación y nuestra memoria. Al margen de mitos y leyendas. De almas eternas y caracteres nacionales, cada individuo configuramos nuestra propia visión del mundo dentro de los límites de nuestra imaginación y de las fronteras de nuestro conocimiento, es decir, de nuestra memoria.
Hunin, imaginación, es el amor y el odio. Es el arte, esa sublime magia de mentir para encontrar la verdad. Es la espada y el bonsái. El motor de todo lo creado y los cimientos de la razón con los que creamos los conceptos de bondad y maldad. Pero sobre todo es el lenguaje. Esa luz arrancada de los sonidos guturales de nuestros ancestros con la que iluminamos nuestra vida y expresamos todo lo que somos.
Munin, memoria, es la brújula de nuestra manada. La piedra de Roseta que cincela en nuestra mente la imaginación de los demás. La enorme biblioteca donde buscar respuestas cuando nuestra brillantez choca con sus límites. Nuestra bitácora personal, imperfecta e intransferible. Pero sobre todo es el lenguaje. Ese saber heredado, que se aprende para poder aprender. Esa luz regalada por los que estuvieron antes que nosotros con la que iluminamos nuestra vida y expresamos todo lo que somos.
La palabra, en todas sus formas nos configura como seres humanos. El nombre nos crea. Sin nombre nada existe. Querido lector hábleme de algo sin nombre. ¿No puede? Claro que NO. La substancia puede existir independientemente pero no podremos asirla, interiorizarla sin nombre. Sin Hunin y Munin susurrando en nuestro oído esa palabra mágica que dibuja un imago nuevo y permanente.
Escribir es la mejor forma que uno tiene de expresarse. Por que imaginación lleva a memoria. Ambas conducen inexorablemente al lenguaje y este a la comunicación. Al irrefrenable impulso de reafirmar lo que somos y lo que no frente a los demás. A crecer junto con los conversos y los subversivos. A aprender a escuchar tu propia voz entre la multitud. Por que escribir es gritar tu nombre en cada palabra, es buscar tu nombre en cada sílaba. Escribir por que hacerlo es estar VIVO.
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